lunes, septiembre 15, 2008

Magnético, pero sin espíritu


En una lisérgica secuencia de Los Simpson, Dios, en forma de rayo luminoso, va persiguiendo a Homero, que viaja en moto. La persecución llega a unas vías que Homero logra cruzar antes que pase el tren, el cual termina bloqueando al rayo-Dios. Entonces, la suprema divinidad desiste de seguir detrás de Homero, anunciando: “Estoy demasiado viejo y soy demasiado rico para hacer esto”.
Eso mismo podría pensarse de Metallica luego de escuchar su nuevo álbum, Death magnetic. No, no es un mal disco. De hecho, está bastante bien logrado, y más si lo comparamos con su predecesor, St. Anger, un bodrio que parecía hecho de retazos de improvisaciones cosidos sin demasiado cuidado y mezclados por un ingeniero de sonido que se merecía una golpiza. Pero las canciones de Death magnetic, más allá del hecho de que muestran una composición interesante y una ejecución casi sin defectos, suenan como si la energía de los muchachos de Metallica fuera impostada, actuada.
Incluso Load y Reload, aquel dúo de álbumes tan odiado por los fans, mostraba detrás a cuatro músicos sólidos y convencidos. Más allá de que la dirección musical de ambos discos les haya caído a los más ortodoxos como una píldora de plomo, allí Metallica sonaba como una banda que estaba haciendo lo que de verdad quería hacer. En Death magnetic, si bien las composiciones han virado hacia una especie de híbrido entre el th
rash elaborado de And justice for all y el sonido pulido y directo del Black album, Metallica suena como si hubiera claudicado sin muchas ganas ante el pedido de la vieja guardia, como si tuviera que volver a aprender a hacer algo que olvidó hace mucho tiempo.
Pero, como ya se dijo arriba, la composición y la ejecución de las canciones muchas veces logra sobrepasar esa sensación, lo cual es testamento a la estirpe inoxidable de Metallica. Como mejor ejemplo, vale la inmejorable apertura del disco con That was just your life: un punteo siniestro que da paso a un bombazo de riffs y a una canción que sabe equilibrar tensión y catarsis perfectamente. Por su parte, el single The day that never comes trae de regreso aquellas memorables composiciones épicas como One o Fade to black, mezcla de melancolía oscura y furia desatada. Y, como otro regreso a los viejos tiempos, hay un instrumental, Suicide & redemption, excelentemente ensamblado y aún mejor tocado, con un Kirk Hammett que se muestra encantado de que le hayan permitido volver a hacer solos.
El problema es que, para mantener a un oyente atento, hace falta no sólo atraparlo con buenas canciones, sino también contagiarlo de entusiasmo (algo que, dicho sea de paso, bandas como Megadeth y Slayer, por nombrar sólo a dos grupos de estilos y generaciones similares a Metallica, aún saben hacer). Es una pena, porque si hubiera más espíritu detrás de las notas que tejen Death magnetic, éste podría haber sido un magnífico regreso para la banda que todos aman odiar.

(Publicado hoy en La Voz del Interior)

2 comentarios:

Nicolás Igarzábal dijo...

Yo me lo bajé (cuac)

En tu cara, Lars Ulrich!

Aadminella B. dijo...

Ya ni sé porqué hacen estas reseñas, esto de que comen/hacen/escriben/venden verga ya se sabe.


Se fue su momento chicos, se fueee CHAUU YA PASO EL TRENNN JUI RA PE RRO