jueves, septiembre 18, 2008

Para aquellos que están en el rock (cinco razones por las cuales AC/DC es la mejor banda de rock en actividad)


1 Rebeldes auténticos.
Los Rolling Stones pueden haber sido los que se ganaron el título de "sus majestades satánicas", pero su rebeldía siempre tuvo aroma a marketing. El legendario titular "¿Dejaría que su hija se case con un Rolling Stone?" fue acuñado y difundido por Andrew Oldham, la mente comercial detrás de los Stones. AC/DC, en cambio, tuvo una carta ganadora en lo que a rebeldía se refiere: Bon Scott, su vocalista original. A los 15 años, Bon pasó nueve meses en un centro correccional, bajo cargos de robo e identidad falsa. Luego de salir de la prisión, quiso ingresar al ejército australiano pero, según el expediente de la milicia, fue rechazado por "inadaptado social". Bon murió en su ley, el 19 de febrero de 1980, por intoxicación alcohólica. Tenía 33 años. Disfuncional...

2 Un disfraz, una imagen. Además del alcohol, a Bon Scott le gustaba actuar disfrazado (fue memorable su aparición en la TV australiana, vestido de colegiala). Pero fue el guitarrista Angus Young (foto) el que supo idear el disfraz que terminaría convirtiéndolo en la encarnación icónico - espiritual de AC/DC. La semilla de su emblemático uniforme de escolar fue plantada por Margaret, su hermana, que cuando se enteró de que el juvenil violero (en aquel entonces de 18 años) había comenzado a tocar en una banda de rock, le dijo: "¡Pero si todavía sos un nene de escuela! Deberías tocar con tu uniforme". Angus, entonces, le pidió a Margaret que le confeccionara el equipo de pantalones cortos, blazer y gorrita que se convertiría en su marca registrada. Así, la tarea de establecer una imagen inconfundible, que a muchos grupos les lleva toda la vida, a AC/DC le llevó lo que Margaret Young tardó en coser un uniforme.

3 Muerte y resurrección. Cuando Bon Scott murió, AC/DC no sólo perdió a su vocalista, sino también a un frontman insuperable, a su cara visible y a su principal letrista. Y en un momento clave, un año después de haber lanzado el que, hasta ese entonces, había sido el álbum más brillante de la banda: Highway to Hell. En aquel momento, AC/DC consideró tirar la toalla. Pero tanta energía no reconoce el stop y, luego de considerar que el fallecido vocalista hubiera querido continuar, AC/DC encontró un reemplazante para Bon en la persona de Brian Johnson. La resurrección fue espectacular: el primer álbum con Johnson a la voz, Back in black, cuyo elocuente título hablaba tanto de regreso como de luto, se convirtió en el best seller de AC/DC. Y, probablemente, en el contenedor de clásicos más perfecto de la historia del rock.

4 La vanguardia de lo clásico. ¿Habrá alguna banda que tenga yeites tan sabrosos, tan irresistibles como los de AC/DC? ¿Habrá algún tándem guitarrístico tan brujo como el de Angus y Malcolm Young? Lo cierto es que AC/DC supo retomar como nadie la herencia del rock and roll negro y electrizarlo con un ataque sucio que bien podría ponerlos en el puesto de la vanguardia punk. Es que tres años antes de esa explosión de 1977, AC/DC ya reivindicaba la actitud musical de volver a lo simple ante el barroquismo del rock sinfónico - progresivo y ante lo dinosáuricas que se habían vuelto bandas originalmente crudas como Led Zeppelin y Deep Purple. Desde su primer álbum, TNT (1975), hasta hoy (y a pesar del cambio de vocalistas), AC/DC logró sostener la meta más difícil del mundo del rock: dominar una fórmula inconfundible, que permanece inalterable al paso de los años. Y que nunca aburre. Ni falla.

5 El tren sigue rodando. La historia de AC/DC tuvo altibajos. El peor quizá coincidió con el lanzamiento de Flick of the switch (1983), un álbum desencantado y anémico, que coincidió con el peor momento personal de la banda. Pero la medalla de clásico se la merece el que puede capear la tormenta, y si hay algo que AC/DC aún tiene es vigencia. ¿Pruebas? Su esperadísimo nuevo álbum, Black ice, será editado el 21 de octubre, y el primer single, Rock 'n' roll train, ya en rotación, muestra que hay electricidad para rato. Además, también acaba de editarse No bull: The director’s cut, un DVD que registra el show que AC/DC dio en la plaza de toros de Las Ventas, Madrid, el 10 de julio de 1996. Y, como si eso fuera poco, la anticipación por el lanzamiento de Black Ice ha hecho que en Australia, el país que vio nacer a AC/DC, seis de sus discos subieran al top 50 la semana pasada. En fin, para que disfruten aquellos que están en el rock. Una vez más.



(Publicado hoy en La Voz del Interior)

lunes, septiembre 15, 2008

Magnético, pero sin espíritu


En una lisérgica secuencia de Los Simpson, Dios, en forma de rayo luminoso, va persiguiendo a Homero, que viaja en moto. La persecución llega a unas vías que Homero logra cruzar antes que pase el tren, el cual termina bloqueando al rayo-Dios. Entonces, la suprema divinidad desiste de seguir detrás de Homero, anunciando: “Estoy demasiado viejo y soy demasiado rico para hacer esto”.
Eso mismo podría pensarse de Metallica luego de escuchar su nuevo álbum, Death magnetic. No, no es un mal disco. De hecho, está bastante bien logrado, y más si lo comparamos con su predecesor, St. Anger, un bodrio que parecía hecho de retazos de improvisaciones cosidos sin demasiado cuidado y mezclados por un ingeniero de sonido que se merecía una golpiza. Pero las canciones de Death magnetic, más allá del hecho de que muestran una composición interesante y una ejecución casi sin defectos, suenan como si la energía de los muchachos de Metallica fuera impostada, actuada.
Incluso Load y Reload, aquel dúo de álbumes tan odiado por los fans, mostraba detrás a cuatro músicos sólidos y convencidos. Más allá de que la dirección musical de ambos discos les haya caído a los más ortodoxos como una píldora de plomo, allí Metallica sonaba como una banda que estaba haciendo lo que de verdad quería hacer. En Death magnetic, si bien las composiciones han virado hacia una especie de híbrido entre el th
rash elaborado de And justice for all y el sonido pulido y directo del Black album, Metallica suena como si hubiera claudicado sin muchas ganas ante el pedido de la vieja guardia, como si tuviera que volver a aprender a hacer algo que olvidó hace mucho tiempo.
Pero, como ya se dijo arriba, la composición y la ejecución de las canciones muchas veces logra sobrepasar esa sensación, lo cual es testamento a la estirpe inoxidable de Metallica. Como mejor ejemplo, vale la inmejorable apertura del disco con That was just your life: un punteo siniestro que da paso a un bombazo de riffs y a una canción que sabe equilibrar tensión y catarsis perfectamente. Por su parte, el single The day that never comes trae de regreso aquellas memorables composiciones épicas como One o Fade to black, mezcla de melancolía oscura y furia desatada. Y, como otro regreso a los viejos tiempos, hay un instrumental, Suicide & redemption, excelentemente ensamblado y aún mejor tocado, con un Kirk Hammett que se muestra encantado de que le hayan permitido volver a hacer solos.
El problema es que, para mantener a un oyente atento, hace falta no sólo atraparlo con buenas canciones, sino también contagiarlo de entusiasmo (algo que, dicho sea de paso, bandas como Megadeth y Slayer, por nombrar sólo a dos grupos de estilos y generaciones similares a Metallica, aún saben hacer). Es una pena, porque si hubiera más espíritu detrás de las notas que tejen Death magnetic, éste podría haber sido un magnífico regreso para la banda que todos aman odiar.

(Publicado hoy en La Voz del Interior)